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Trastornos isquémicos cardiovasculares y personalidad

| 27/12/08
Sanchez, R. (2006). Parte I del artículo: "El papel de la personalidad en los trastornos isquémicos-cardiovasculares" En Factores psicológicos y trastornos isquémicos cardiovasculares. Urquijo, S. (comp). Editorial UNMdP, Mar del Plata (en prensa).

I.-Introducción

Desde hace más de dos mil años los hombres piensan que las emociones están relacionadas con el corazón. Así, para los griegos antiguos, las emociones negativas jugaban un rol en la etiología de la enfermedad física. Aristóteles sostenía que el corazón era la sede de toda actividad mental. En el siglo XVII, Harvey, célebre por su obra sobre el sistema cardiovascular, supuso que el corazón era la sede de nuestra vida mental y emocional y escribió que "se considera al cerebro el príncipe de todas las regiones. Sin embargo, nadie disputa este puesto al corazón porque su gobierno es amplio, pues el corazón se contempla en las criaturas que necesitan un cerebro." (Segal, 1994). Para Harvey, cualquier afección de la mente, acompañada de dolor o placer, esperanza o miedo, se relaciona con el corazón.

Más allá de estos antecedentes históricos, en la actualidad la asociación entre las emociones y el corazón está firmemente establecida por la ciencia. Ya desde los primeros años del siglo XX se sabe que las enfermedades cardiovasculares se vinculan con distintos aspectos psicológicos. Así, la propensión psicológica suele considerarse como uno de los factores de riesgo más relacionados con la aparición de trastornos isquémicos cardiovasculares (TIC) (Marusic, 2000). Los mecanismos por los cuales los factores de riesgo psicológico influyen sobre el sistema cardiovascular, sin embargo, aún no están tan claros como en el caso de los factores biológicos. Factores tales como rasgos de personalidad, ciertas características conductuales, y estrategias de afrontamiento al estrés, entre otros, han sido reconocidos por su relación con la aparición de los TIC. Al parecer, los mecanismos biológicos podrían ser mediados por influencias psicológicas para determinar la enfermedad coronaria (Marusic, 2000).

Los estudios realizados hasta la fecha han evidenciado de manera clara y convincente cuales son los factores psicosociales que contribuyen significativamente en la patogénesis y en la expresión de los TIC. Estos factores se expresan principalmente en cinco campos: 1) depresión, 2) ansiedad, 3) personalidad y rasgos de carácter, 4) aislamiento social y 5) estrés crónico (Rozanski, Blumenthal y Kaplan, 1999). Estos factores, presentan una influencia tanto en el surgimiento de la patología como en su curso. Por ejemplo, los estudios de seguimiento de sujetos que han sufrido un infarto de miocardio, indican un pronunciado deterioro físico, psicológico y social, tras abandonar el hospital, que parece relacionarse con la reacción psicológica provocada por el mismo hecho de sufrir un infarto, más que con el grado de deterioro del sistema cardiovascular (Bueno y Buceta, 1997). Esto es, existe una mayor relación entre la presencia de trastornos emocionales post-infarto y ciertas variables relacionadas con la evaluación subjetiva del paciente (como el grado de preocupación por el estado de salud, la presencia de trastornos emocionales pre-infarto y otras) que con los índices de severidad de la enfermedad física.

Diversos ensayos clínicos han demostrado que la modificación de factores de riesgo determina una marcada reducción en la morbilidad y mortalidad cardiovascular (Fundación Interamericana del Corazón, 2000). Asimismo, quedó demostrado que algunos de esos factores están influenciados por el estilo de vida particular de cada persona y que ciertos factores individuales parecen estar relacionados con la discontinuidad en los tratamientos. En líneas generales, se considera que para poder cumplir con los objetivos de un plan de prevención secundaria se requiere de dos pasos necesarios: cambio en el estilo de vida y adhesión al tratamiento. Ambos son temas complejos, que no ameritan explicaciones unicausales y donde los factores psicológicos deben ser considerados. El tema adquiere importancia mayúscula si se considera que las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte en nuestro país siendo el infarto agudo de miocardio una de sus formas más agresivas (Hirschon y otros, 1998).

En el siguiente trabajo nos centraremos en uno de los factores psicológicos relacionados con las enfermedades cardiovasculares: la personalidad.

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