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Dos usos del término cognición

| 27/12/08
Un uso estrecho o restringido del término cognición lo circunscribe a las operaciones ideativas, casi exclusivamente racionales, que cimentan las operaciones intelectuales. Un buen ejemplo de ello puede observarse en la obra de Piaget.

El cognitivismo apareció en escena, como sabemos, marcando un cambio dramático de orientación en el desarrollo de la psicología. Ello ocurrió a mediados de los 50, y fue el producto de las dificultades con que se había topado el paradigma dominante en ese entonces, el conductismo, para explicar los procesos de pensamiento y las funciones superiores del psiquismo. Un hito notable de esa transición es la famosa polémica Skinner-Chomsky.

Pero, a pesar de los grandes aportes generados por esta nueva concepción, no faltaron críticas a la nueva teoría. El cognitivismo fue cuestionado por su presunto reduccionismo, que fue denunciado en tres planos: a) por haber descuidado los componentes emocionales, b) por haber dejado de lado los aspectos inconscientes y c) por haber desconsiderado los aspectos sociales de la conducta.

La psicología cognitiva rechazó esas críticas, considerándolas infundadas. En su lugar, resaltó los nuevos aportes y las posibilidades de avance que ofrecía a la ciencia psicológica.
Por cierto, la naciente psicología cognitiva había invertido los términos de la investigación de la conducta, colocando en primer plano el estudio de los procesos interiores, es decir, los misteriosos fenómenos alojados en el interior de la caja negra, que habían sido descartados desde siempre por el conductismo.

Para ello se apoyó, inicialmente, en el Paradigma del Procesamiento de Información (Norman, 1987) ayudando al desarrollo de un nuevo modelo de mente, que tuvo diferentes abordajes conceptuales. El correlato epistemológico de estos desarrollos se concretó en las distintas teorías vinculadas con la Filosofía de la Mente (Rabossi, 1995). El funcionalismo y el conexionismo fueron algunas de las más representativas. Nuevos conceptos ocuparon el primer plano de la escena psicológica, como patrones, guiones, esquemas y mapas. Las terapias cognitivas habrían de implementar estos nuevos instrumentos conceptuales en el intento por alcanzar una nueva comprensión de los fenómenos mentales.

Los dos temas más inquietantes que abordó fueron los de la representación y la conciencia. La teoría representacional de la mente, tal como fuera expuesta por diversos importantes autores (Perner, 1994), tiene su punto de partida de la era moderna en la obra de Kant. La representación constituye, uno de los pilares de esta concepción. También uno de los puntos más urticantes. En torno a él se sitúa el límite que divide las posiciones dominantes de este campo.
La conciencia, a su vez, recupera gracias a la corriente cognitiva, un lugar central en el debate psicológico que había perdido durante décadas. Retoma un lugar central, apoyada en la importancia del concepto de intencionalidad. Con ello aporta nuevas líneas de investigación en relación con motivos, razones, deseos y creencias.

El uso amplio del concepto de cognición la define como el proceso de conocimiento significativo que llevan a cabo las operaciones mentales orientadas a desarrollar y sostener la identidad personal y social. Este modo de concebir lo cognitivo se encuentra claramente expuesto en la obra del último Bruner. Su punto de partida puede rastrearse hasta las primordiales formulaciones de Pierce sobre el papel del signo. Pierce, inaugura una tradición cuyos avatares llegan hasta nuestros días, según la cual la representación es una interpretación y no una mera duplicación o réplica de la realidad (Pérez-Carreño, 1988). La actividad representacional de la mente se presenta, en esta versión, como una tarea constructiva de la experiencia.

Material consultado:
El panorama de la terapia cognitiva. Fernández Alvarez, H. En "La psicoterapia y las psicoterapias", Humberto Mesones Arroyo (comp), pág. 131-132. Ananke, Buenos Aires, 2004.

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