Psicología y psicoterapias cognitivas. Psicología positiva. Autoayuda. Investigaciones. Opinión. Neurociencias.

El enfoque de la personalidad de Millon

| 21/8/07

Sanchez, R. (2006). Parte IV del artículo: "El papel de la personalidad en los trastornos isquémicos-cardiovasculares" En Factores psicológicos y trastornos isquémicos cardiovasculares. Urquijo, S. (comp). Editorial UNMdP, Mar del Plata (en prensa).


IV.I. Teoría.

Más allá de la divergencias halladas en la literatura respecto a la relación entre personalidad y TIC, lo que los distintos estudios realizados desde los trabajos seminales de Friedman y Rosenman hacia fines de los 50' han demostrado es el potencial rol de la personalidad como determinante en la aparición y curso de los TIC. Sin embargo, tal como se expuso previamente, no existe acuerdo sobre cuales serían los rasgos, estilos o trastornos de la personalidad que se asociarían a los trastornos cardiovasculares, si bien es factible que no exista un único tipo de personalidad capaz de incrementar la posibilidad de la aparición de tales trastornos sino que, por el contrario, existan diferentes tipos de personalidad que podrían asociarse con dichas patologías. En otras palabras, diferentes maneras de ser pueden relacionarse con la aparición y mantenimiento de los TIC.


Por todo lo anterior, resulta pertinente continuar indagando acerca de la personalidad en pacientes que sufren enfermedades cardíacas, utilizando nuevas aproximaciones teóricas e instrumentos adecuados para la evaluación de la personalidad con el objetivo de obtener información precisa sobre el particular.

Una de las teorías psicológicas actuales más relevantes al momento de estudiar la personalidad y sus trastornos es la de Theodore Millon (Millon, 1976; Millon, 1990; Millon y Everly, 1994; Millon y Davis, 1998; Millon y Davis, 2000). La conceptualización de Millon respecto a la personalidad y sus trastornos resulta, en principio, adecuada para el estudio de los pacientes con enfermedades cardiovasculares ya que permite un acercamiento teórico e instrumental al tema del funcionamiento de la personalidad y al de por qué, en ocasiones, este funcionamiento puede resultar disfuncional provocando en los sujetos diferentes grados de malestar clínicamente significativo.


La primera propuesta teórica de Millon estaba basada en un modelo de aprendizaje biosocial (Millon, 1976; Millon y Everly, 1994) y la noción de refuerzo era el tema unificador del modelo. Millon (1976) decía que el refuerzo buscado podía ser la persecución del placer o la evitación de dolor (polaridad placer-dolor), que ese refuerzo podía ser buscado en sí mismo o en los otros (polaridad sí mismo-otros), y finalmente, que el individuo podía actuar de manera activa o de manera pasiva para alcanzarlo (polaridad pasivo-activo). La teoría sostiene que a partir del conocimiento de los defectos de estas tres dimensiones polares es posible derivar de forma deductiva ocho trastornos de personalidad básicos, combinando la naturaleza (positivo o placer contra negativo o dolor), la fuente (sí mismo versus otros), y las conductas instrumentales (activo contra pasivo). El modelo incluía, además, tres variantes de trastornos de personalidad más severos. De acuerdo con la idea de continuidad sindrómica que sostiene el autor (Millon, 1976; Millon y Everly, 1994; Millon y Davis, 1998; Choca, 1999), los tres trastornos de personalidad patológica pueden ser considerados como elaboraciones más graves de los trastornos de personalidad básicos, que a su vez son una desviación patológica de estilos normales y saludables. Según Millon, a medida que la severidad de la sintomatología aumenta, el sabor distintivo de los diferentes estilos de personalidad se atenúa (Choca, 1999) por lo que estos tres trastornos deben entenderse como derivaciones más patológicas, disfuncionales y desadaptativas de los otros tipos.


Otro notable hito en su desarrollo teórico ocurrió cuando Millon reformuló su teoría de la personalidad y sus trastornos para tener en cuenta los conceptos de la evolución mediante una teoría más evolutiva, filogenética, del desarrollo humano (Millon, 1990). El nuevo modelo procede a una reevaluación de las características más profundas en las que se basa el funcionamiento humano. La atención pasa de la psicología a otras expresiones de la naturaleza, examinando principios universales (de la evolución) derivados de manifestaciones no psicológicas. Cada especie muestra aspectos comunes en su estilo adaptativo, pero existen diferencias de estilo y de éxito adaptativo entre los miembros frente a los diversos y cambiantes entornos que enfrentan. La personalidad sería el estilo distintivo de funcionamiento adaptativo que exhibe un organismo o especie frente a sus entornos habituales. Los trastornos de la personalidad serían estilos particulares de funcionamiento desadaptativo. La ampliación del modelo para incluir las fases de evolución no requirió una revisión significativa de las tres polaridades originales.


Concebida de este modo, la personalidad normal reflejaría los modos específicos de adaptación de un miembro de una especie que son eficaces en ambientes previsibles; los trastornos de personalidad representarían diferentes estilos de funcionamiento mal adaptados atribuibles a deficiencias, desequilibrios o conflictos en la capacidad de un miembro para relacionarse con los ambientes con que se enfrenta.


En el cuadro siguiente, se presenta la clasificación de Millon de la personalidad y sus trastornos:

Cuadro 2. Clasificación de Millon de estilos y trastornos de la personalidad [1].

Tendencia existencial

Estrategia de replicación

Realzamiento de la vida

Preservación de la vida

Propagación reproductiva

Sostenimiento reproductivo

Polaridad

Dolor - Placer

Sí mismo - Otros

Deficiencia patológica

Placer -

Dolor - +

Placer

Dolor

Sí mismo -

Otros +

Sí mismo +

Otros -

Si mismo

Otros

Modos de

adaptación

Estilo de Personalidad Normal /

Trastornos de la personalidad del DSM-III-R

Pasiva:

Acomodación

Retraído /

Esquizoide

Sometido /

Masoquista

Concordante /

Dependiente

Firme /

Narcisista

Conformista /

Compulsivo

Activa:

Modificación

Vacilante /

Evitativo

Controlador /

Sádico

Comunicativo / Histriónico

Discrepante /

Antisocial

Insatisfecho /

Negativista

Variante

Disfuncional

Esquizotípico

Límite o

Paranoide

Límite

Paranoide

Límite o

paranoide












La propuesta original de Millon (1969) influyó en el desarrollo de un nuevo sistema de clasificación psiquiátrico propuesto en la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (APA, 1980). El DSM-III trajo como novedad la creación de un sistema de clasificación multiaxial, con ejes múltiples para evaluar a los individuos en diversas dimensiones. La inclusión de un eje especialmente diseñado para sostener la composición de la personalidad (el eje II), era fiel a la división original de Millon entre personalidad patológica y otros tipos de psicopatología (Choca, 1999) (incluidas en el eje I del Manual). En el mismo sentido, el DSM-III (APA, 1980) planteaba explícitamente la diferencia entre rasgos y trastornos de la personalidad, reservando este último término para el caso de que "los rasgos de personalidad sean inflexibles y desadaptativos, causen incapacitación social significativa, disfuncionalidad ocupacional o malestar subjetivo". A su vez, los rasgos de personalidad eran definidos como "pautas duraderas de percibir, pensar y relacionarse con el ambiente y con uno mismo y se hacen patentes en un amplio margen de importantes contextos personales y sociales" (Belloch, Martínez-Narváez y Pascual, 1996). Esta tercera versión del Manual clasificaba los trastornos de la personalidad en tres grupos: a) extraños y excéntricos (trastornos esquizoide, esquizotípico y paranoide), b) teatrales, emotivos o erráticos (antisocial, límite, histriónico y narcisista), y c) (evitativo, dependiente, obsesivo compulsivo y pasivo agresivo). Esta división se mantendría hasta la actualidad, si bien se registraron algunos cambios en los trastornos específicos que incluye cada grupo.


En la pronta revisión del DSM-III, el DSM-IIIR (APA, 1988), se discutió la posibilidad de agregar dos trastornos de personalidad, el sádico y el masoquista. Estos trastornos fueron incluidos en el apéndice de categorías diagnósticas que requieren estudios ulteriores, aunque fueron excluidos luego en el DSM-IV (APA, 1995). Sin embargo, estas nuevas categorías diagnósticas fueron incorporadas por Millon a su teoría (Millon, 1999b).


En la revisión del DSM que llevó a su cuarta edición, el grupo de trabajo para los trastornos de la personalidad evaluó la posibilidad de agregar un trastorno depresivo de personalidad. Aunque el prototipo se descartó y aparece en el apéndice del DSM-IV (APA, 1995) como una entidad que necesita de estudios futuros, Millon tomó este concepto y agregó el prototipo a su lista en la tercera versión del MCMI aparecida en 1994 (Millon, 1997b).


Los prototipos básicas de los trastornos de la personalidad tal como son definidos, por el DSM-IV (APA, 1995) o por Millon, son caracterizaciones descriptivas que responden a tipos ideales o versiones puras de los trastornos. Sin embargo, existen numerosas variaciones de los trastornos prototípicos que resultan tanto de la investigación empírica como de la práctica clínica y que combinan aspectos de más de un trastorno básico (Millon y Davis, 1998; Millon y Davis, 2000; Choca y Van Denburg, 1998). Es decir, por ejemplo, no existe un único trastorno dependiente de la personalidad sino que pueden observarse diferentes variaciones y distintas formas de expresarse fenotípicamente de cada trastorno prototípico. Las diferentes variantes que combinan rasgos de más de un tipo de personalidad reciben el nombre de subtipos.


Millon (Millon y Davis, 2000; Millon y Davis, 1998), presenta diferentes subtipos de cada trastorno. Así, por ejemplo, para el trastorno dependiente de la personalidad junto al prototipo puro aparecen además combinaciones con características de los trastornos evitativo, autoagresivo (masoquista), esquizoide y depresivo.


Choca y Van Denburg (1998), por su parte, presentan combinaciones que reúnen características de dos o tres trastornos. Por ejemplo, junto al prototipo puro presentan las siguientes variaciones del trastorno dependiente de la personalidad: evitativo, evitativo - esquizoide, evitativo - compulsivo, evitativo - negativista, histriónico, histriónico - negativista, narcisista - histriónico, narcisista - antisocial, narcisista - compulsivo, antisocial, compulsivo, negativista y negativista - evitativo.


Considerar no sólo al trastorno básico sino la correspondiente variación asegura un diagnóstico más rico y preciso, lo que permite al clínico una mayor discriminación entre pacientes diagnosticados, de acuerdo a los criterios del DSM-IV (APA, 1995) con un mismo trastorno. De esta manera, se tienen en cuenta aspectos de la persona que quedan ocultos bajo el rótulo de un trastorno específico. Para seguir con el ejemplo, un dependiente-evitativo (que intentará asegurar aún más su dependencia para no tener que enfrentar la situación social de buscar otros vínculos de los que depender), puede ser diferente a un dependiente-compulsivo (que asegurará su dependencia mediante conductas perfeccionistas y obsesivas) y ambos a su vez diferentes a un dependiente-negativista (que puede ser que se resista a la dependencia pero de manera obstruccionista).


Millon (2000) sugiere que el eje II del DSM-V debería considerar la diferenciación de los trastornos de la personalidad en subtipos.


Como se ha dicho anteriormente, Millon presenta un particular sistema de clasificación basado en los lineamientos de su teoría. El autor rechaza el agrupamiento en clusters (A, B y C) del DSM-IV (APA, 1995) y sostiene que agrupar los trastornos por características descriptivas no tiene ninguna significación pronostica, ni significado etiológico, ni lógica alguna en términos de un modelo teórico (Millon & Davis, 1998). El sistema clasificatorio de Millon de los trastornos de la personalidad se presenta resumido en el cuadro 3.

Cuadro 3. Agrupamiento actual de los prototipos de personalidad de Millon [2].

Personalidades con dificultades para el placer

Esquizoide

Evitativo

Depresivo

Personalidades con problemas Interpersonales

Dependiente

Histriónico

Narcisista

Antisocial

Personalidades con conflictos intrapsíquicos

Sádico

Compulsivo

Negativista

Masoquista

Personalidades con déficit estructurales

Esquizotípico

Límite

Paranoide

Descompensado



[1] Adaptado de Millon (1990) y Millon (1997).

[2] Adaptado de Millon y Davis (1998).

Personalidad tipo D y trastornos isquemicos cardiovasculares

| 10/8/07
Sanchez, R. (2006). Parte III del artículo: "El papel de la personalidad en los trastornos isquémicos-cardiovasculares" En Factores psicológicos y trastornos isquémicos cardiovasculares. Urquijo, S. (comp). Editorial UNMdP, Mar del Plata (en prensa).

III. La personalidad tipo D.
III.I. Estudios previos.

El descontento con los resultados obtenidos con la personalidad Tipo A llevó a un cambio gradual hacia otros factores de riesgo que podrían estar asociados con las enfermedades cardiovasculares. Así, se enfocó hacia aspectos más relacionados con factores psicológicos o con trastornos psiquiátricos, en particular la depresión mayor. El uso de una terminología común con la psiquiatría aseguraba que los pacientes cardíacos pudieran beneficiarse de los avances alcanzados en los tratamientos para la población psiquiátrica, y además abría la posibilidad para que pudieran aplicarse otros descubrimientos de las neurociencias (Lesperance y Frasure-Smith, 1996).

La literatura científica abunda sobre la evidencia respecto a la influencia negativa de ciertos estados psicológicos, como la ansiedad, la angustia o la depresión, sobre las enfermedades cardiovasculares (Lesperance y Frasure-Smith, 1996). Sin embargo, las emociones negativas y dichas patologías puede tener implicaciones más profundas, interfiriendo en la capacidad de los pacientes para afrontar la enfermedad física y dando por resultado una pobre calidad de vida.

Otra serie de estudios, llevados a cabo desde fines de los 70, ha examinado la influencia de los factores sociales en el desarrollo de los TIC. Inicialmente esos estudios se enfocaron en los aspectos cuantitativos del apoyo social, tales como la presencia de lazos familiares, número de amigos y el grado de participación en grupos y otras actividades organizadas. Dentro de este campo, algunos trabajos evaluaron la influencia del estado marital (vivir solo, estado civil, y/o interrupción matrimonial), y otros evaluaron aspectos tales como el acceso a prácticas comunitarias (Rozanski, Blumenthal y Kaplan, 1999).

Con el tiempo, la naturaleza cualitativa del sistema de apoyo social (la calidad del apoyo emocional percibido) también ha sido objeto cada vez de mas estudios. Rozanski, Blumenthal y Kaplan (1999) dan cuenta de cincuenta estudios que examinaron el impacto de los factores sociales sobre la incidencia futura de TIC en población inicialmente sana. En dichos estudios, se encontró una red relativamente pequeña, por regla general, como relacionada con un aumento de dos o tres veces en la posibilidad de sufrir TIC con el tiempo. El aislamiento social y la falta de soportes afectivos constituyen factores de riesgo coronario independientes, aún estando controlados los factores de riesgo tradicionales y se relacionan con la repetición de los sucesos coronarios y con la mortalidad prematura (Berkman, Leo-Summers y Horowitz, 1992).

De manera similar, anteriormente Blazer (1982) había encontrado que bajos niveles de apoyo emocional percibido confieren un riesgo aún mayor, incrementando el riesgo de padecer episodios cardíacos futuros. Este trabajo evaluó el apoyo social mediante tres parámetros: apego disponible, apoyo social percibido y frecuencia de interacciones sociales. Los índices de mortalidad fueron evaluados 30 meses después de la evaluación inicial. El riesgo relativo de mortalidad fue 1,96 veces mayor en el caso de deterioro del apego disponible, 3,86 para deterioro en el apoyo social percibido, y 2,72 para bajas frecuencias de interacciones sociales. Se controlaron diez potenciales variables intervinientes (edad, sexo, raza, estatus económico, salud física, capacidad de autocuidados, síntomas depresivos, sucesos vitales estresores, funcionamiento cognitivo, y tabaquismo). En consecuencia, en el trabajo de Blazer (1982) se evidencia que los tres parámetros de apoyo social predijeron significativamente la mortalidad a 30 meses.

Más recientemente, Schmidt Pedersen, Middel y Lytken Larsen (2002) encontraron que bajos niveles de apoyo social se relacionaban con un incremento en el riesgo de sufrir depresión y trastorno por estrés postraumático en pacientes que habían tenido un infarto de miocardio, mientras que los pacientes menos satisfechos con su apoyo social tenían además un riesgo mayor de sufrir ansiedad y reportaban más quejas respecto a su salud. En líneas generales, estos autores encontraron que los efectos más amplios se relacionaban con la insatisfacción respecto al apoyo social más que con el apoyo social en sí mismo. Estos resultados sugieren que ciertas variables relacionadas con la personalidad pueden mediar entre el apoyo social y sus efectos sobre la salud, por lo que deben incluirse cuando se investiga la relación entre apoyo social y el estrés negativo y la salud.

III.II. La personalidad Tipo D.

Con posterioridad a los dos tipos de estudios citados en el apartado anterior (los relacionados con las emociones negativas y los relativos a la falta de apoyo social), Denollet y otros investigadores han suministrado nueva evidencia empírica que muestra como estos factores incrementan el riesgo de mortalidad en pacientes cardíacos. Al respecto, han postulado un nuevo tipo de personalidad, la personalidad Tipo D (de distress), como factor de riesgo en la enfermedad cardiovascular (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet y Brutsaert, 1998; Denollet y otros, 1996; Denollet, Sys y Brutsaert, 1995).
El distrés, o estrés negativo, tiene serias implicaciones para el individuo:

-emociones displacenteras (como ansiedad, depresión u hostilidad);

-propensiones psicológicas desadaptativas (como dificultades en el plano de las relaciones interpersonales o en la percepción del apoyo social disponible);

-tendencias comportamentales disfuncionales (como el desarrollo de hábitos perjudiciales para la salud).

Todas estas características dan lugar a diversas consecuencias negativas, algunas de ellas relacionadas con la salud y que pueden derivar en enfermedades o muerte.

El constructo "Personalidad Tipo D" originalmente fue desarrollado en una población de pacientes cardíacos en Bélgica. Posteriormente, se halló evidencia respecto a su validez en pacientes cardíacos de otros países, incluyendo a Dinamarca, Alemania, Hungría e Italia (Pedersen y Denollet, 2003).

La personalidad tipo D se derivó de teorías existentes y de evidencia empírica. Los dos amplios y estables rasgos revisados hasta aquí sirven para conceptualizar a este nuevo tipo de personalidad. La personalidad Tipo D se define así como un rasgo de personalidad caracterizado por la afectividad negativa y por la inhibición social (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet y Brutsaert, 1998; Denollet y otros, 1996; Denollet, Sys y Brutsaert, 1995):

-Afectividad negativa: se define por la tendencia a preocuparse y a tener una visión pesimista de las cosas, acompañada a menudo de sentimientos de infelicidad o irritación, de síntomas depresivos y de tensión crónica y de un bajo nivel de bienestar subjetivo.

-Inhibición social: se define por una tendencia a mantenerse distanciado de los demás, por inhibir a menudo la expresión de los sentimientos y por bajos niveles de soporte social percibido.

En el siguiente cuadro (Sanchez, 2005), se resume el concepto de "personalidad tipo D":

Cuadro 1. Personalidad Tipo D.

Estilo de personalidad

Afectividad negativa

Inhibición social

Definición

Tendencia a experimentar emociones negativas en todo momento y situación.

Tendencia a inhibir emociones y conductas en la interacción social.

Cuadro clínico

La persona se siente infeliz a menudo, tiende a preocuparse, es pesimista, se irrita fácilmente, tiene baja autoestima y poca asertividad, tiene síntomas depresivos y de ansiedad.

La persona se siente insegura en la interacción social, tiende a mantener distancia con los otros, tiende a ser cerrada y reservada, reporta bajos niveles de apoyo social percibido.

Prognosis

La personalidad tipo D, definida por altos valores de afectividad negativa e inhibición social, resulta un predictor independiente de mortalidad a largo plazo en pacientes con trastornos cardiovasculares. En las investigaciones originales de Denollet se encontró una mortalidad del 23% en pacientes con personalidad tipo D y del 7% en pacientes con otros tipos de personalidad en un estudio de seguimiento a seis años en pacientes con TIC.


El concepto de personalidad Tipo D reúne diferentes líneas de investigación que hasta el momento se estaban desarrollando de manera dispersa. Así, el Tipo D refleja un subgrupo homogéneo y estable de rasgos de personalidad claramente basados en teorías psicológicas, a diferencia de la personalidad Tipo A que se basa en una "mescolanza" heterogénea de síntomas conductuales (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet, 2000).

III.II.A. La afectividad negativa.

La afectividad negativa ha merecido el interés en diferentes investigaciones por su relación con las enfermedades cardíacas (Smith y Ruiz, 2002). Las personas con alta afectividad negativa son más propensas a experimentar emociones negativas de manera estable, a lo largo del tiempo e independientemente de las situaciones (Denollet y Brutsaert, 1998). Estas personas se muestran incapaces de enfrentar los estresores de la vida. También tienen una visión negativa de si mismos, reportan más síntomas somáticos y tienen un sesgo atencional hacia los estímulos adversos. Estas personas parecen estar escudriñando el mundo en busca de problemas o amenazantes inminentes (Denollet, 2000).

Personas con este rasgo, obtuvieron una alta correlación (0,68, en participantes sanos) con la escala de neuroticismo del NEO-PI-R de Costa y McCrae (1992) y con la escala de neuroticismo del Cuestionario de Personalidad de Eysenck (0,64, en pacientes con enfermedades cardiovasculares) (De Fruyt y Denollet, 2002; Denollet, 2000). Estas correlaciones estarían dando cuenta de cierta superposición entre ambos conceptos (afectividad negativa y neuroticismo).

En un trabajo reciente, Suls y Bunde (2005) estudiaron tres de las disposiciones psicológicas que más han sido relacionadas como factores de riesgo de los TIC: depresión, ansiedad y angustia - hostilidad.

Estos autores encontraron cierto solapamiento entre estas tres disposiciones negativas lo que los lleva a asumir la posibilidad de que una disposición hacia la afectividad negativa pueda ser más importante como factor de riesgo de la enfermedad cardiovascular que cualquier afecto negativo específico.

III.II.B. El aislamiento social.

Décadas de investigación han relacionado el aislamiento social y bajo niveles de apoyo social percibido (componentes de la inhibición social) con el incremento en el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares (Smith y Ruiz, 2002). De la inhibición social se infiere una tendencia estable a inhibir la expresión de las emociones y las conductas en la interacción social (Denollet, 2000). Las personas con alta inhibición social son más propensas a inhibir sus sentimientos y a sentirse tensos e inseguros en presencia de otros, a menudo presentan poca asertividad, usan estrategias de afrontamiento de evitación, y tienen pocas capacidades comunicativas. Además, estas personas inhiben la expresión de emociones negativas (Denollet, Sys y Brutsaert, 1995).

Personas con alta inhibición social obtuvieron un alta correlación negativa con la escala de extraversión del cuestionario NEO-PI-R (-0,52, en participantes sanos) (Costa y McCrae, 1992) y con la escala de extraversión del Cuestionario de Personalidad de Eysenck (-0,65, en pacientes con enfermedades cardiovasculares) (De Fruyt y Denollet, 2003; Denollet, 2000).

La alta inhibición social ha sido relacionada con la evitación de peligros potenciales involucrados en la interacción social tales como la desaprobación o el no reconocimiento por parte de los otros. Aunque algunas personas inhibidas son bastante tranquilas en la superficie, en realidad, pueden evitar los conflictos interpersonales mediante un control excesivo de su auto-expresión (Denollet, 2000).

III.III. Personalidad Tipo D y trastornos cardiovasculares.

Las personalidad Tipo D podría ser un factor de riesgo independiente para las enfermedades cardiovasculares por dos motivos:

a. la inhibición de la expresión emocional podría ayudar al desarrollo y desencadenamiento de la enfermedad;

b. la mayor propensión a la depresión y al aislamiento social podrían aumentar la mortalidad en pacientes con TIC.

Denollet y Brutsaert (1998) encontraron que la combinación de ambos factores, afectividad negativa e inhibición social, puede predecir la aparición de trastornos cardíacos de manera independiente a los factores de riesgo tradicionales. La personalidad tipo D resultó ser un predictor de mortalidad a largo plazo en pacientes con TIC, independientemente de los factores de riesgo biomédicos. Existe evidencia empírica que sugiere que una combinación de alta afectividad negativa y alta inhibición social suele estar presente en pacientes en riesgo de TIC (Denollet, 2000; Denollet, Vaes y Brutsaert, 2000). La evidencia acumulada hasta el momento indica que los pacientes cardíacos con personalidad Tipo D tienen un incremento significativo en el riesgo de morbilidad y mortalidad cardiovascular, de manera independiente a los factores de riesgo tradicionales (Pedersen y Denollet, 2003). Los pacientes con personalidad Tipo D también tienen un mayor riesgo de sufrir estrés psicosocial negativo, de tener una calidad de vida más deteriorada y de beneficiarse menos con los tratamientos médicos.

En su estudio de 1996 (Denollet y otros, 1996) los investigadores encontraron diferencias significativas, en un estudio de seguimiento a seis años, en los índices de mortalidad en un grupo de pacientes con personalidad Tipo D (23%) en comparación con el grupo con otras características de personalidad (7%). La relación se mantenía tanto en hombres cuanto en mujeres. La conclusión de Denollet y su grupo de trabajo (1996) fue que la personalidad Tipo D era un predictor de mortalidad en pacientes cardíacos, independiente de los predictores biomédicos. Anteriormente (Denollet, Sys y Brutsaert, 1995), estos investigadores habían reportado mayor mortalidad en pacientes con personalidad Tipo D en un estudio a cinco años del accidente cardiovascular, en hombres de mediana edad sobrevivientes a un infarto de miocardio.

Según Denollet y sus colaboradores (1996), el estrés negativo (distress), propio de la personalidad tipo D, puede provocar la enfermedad cardiovascular en forma directa a través de mecanismos fisiológicos. El estrés al que está expuesto el sujeto influiría en los mecanismos fisiológicos que determinan la enfermedad.

Según los autores (Denollet y colaboradores, 1996), el Tipo D también podría relacionarse con la enfermedad cardiovascular en forma indirecta por su influencia en comportamientos relacionados con la salud como una pobre adherencia al tratamiento o fallas al momento de cambiar los factores de riesgo; también podría influir negativamente en la comunicación con los médicos. Todo esto incidiría en la gravedad de la enfermedad cardiovascular y en un incremento en el riesgo de mortalidad de estos pacientes.

Existiría un tercer mecanismo posible que relaciona el Tipo D con las enfermedades cardiovasculares. Otra variable diferente sería la causa del rasgo de personalidad y de la mortalidad prematura en pacientes cardíacos. El tipo D sería una mera manifestación conductual de un factor biológico o genético subyacente que predispone a la personas a resultados adversos en su salud (Denollet y colaboradores, 1996). Los autores recuerdan que Bouchard (1994) ha aportado evidencia acerca de que un 50% de las diferencias individuales en los rasgos de personalidad, tales como podrían ser la afectividad negativa y la inhibición social, se debe a factores genéticos.

Recientemente, Pedersen y otros (2004) investigaron los efectos negativos de la personalidad tipo D en pacientes con TIC después de una intervención coronaria percutánea, en un estudio de seguimiento de 9 meses. Este estudio fue el primero en investigar la influencia de los factores de riesgo psicológicos en la prognosis de pacientes post intervención coronaria percutánea. El tipo D fue un predictor de resultados adversos en pacientes que estaban recibiendo un tratamiento óptimo, con los últimos avances en intervención en cardiología. El tipo D incrementó significativamente la probabilidad de muerte o de infarto de miocardio en el grupo estudiado.

La relación entre personalidad tipo D y ciertos índices de laboratorio de salud cardiovascular (como la presión sanguínea) también ha sido demostrada (Habra y otros, 2003).

La personalidad tipo D resulta un hallazgo teórico de peso ya que resulta un factor predictivo en las enfermedades cardiovasculares mientras que sus componentes por separado no lo son. Esto es, la presencia de cada uno de estos factores de manera individual no tiene mayores efectos, es la interacción entre las emociones negativas y el aislamiento social lo que resulta predictor en la prognosis de los pacientes con enfermedades cardiovasculares (Denollet y otros, 1996).

La personalidad Tipo D podría predecir los trastornos cardíacos y además podría subsumir conceptos anteriormente dispersos como la depresión, la ira y la ansiedad (afectividad negativa) o el aislamiento y la falta de apoyo social (inhibición social).

Sin embargo, según algunos autores, los estudios reportados hasta el momento no han aportado evidencia concluyente respecto a la hipótesis que relaciona la personalidad tipo D con los TIC, ni que el Tipo D tenga el status de un tipo particular de personalidad. Carney (1998), por ejemplo, sostiene que la afectividad negativa y la inhibición social podría predecir el riesgo de sufrir otros sucesos cardíacos solo en enfermos coronarios. Habra y otros (2003), por su parte, encontraron que el constructo global personalidad tipo D no parece tener mucho más poder predictivo respecto a los trastornos cardiovasculares que sus dos componentes individuales por separado. Estos autores encontraron, además, que el tipo D resulta predictor del desarrollo de la enfermedad cardiovascular particularmente en hombres. Respecto al aislamiento social encontraron que se relacionaba con alta presión sanguínea pero sólo en hombres.

De todas maneras, Denollet y su equipo (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet y Van Heck, 2001), sostienen que hay una necesidad urgente en adoptar un enfoque que considere a la personalidad en los pacientes en riesgo de sufrir trastornos cardíacos. Para estos autores, la personalidad Tipo D es un constructo estable que puede ser de especial interés en todo el campo de las enfermedades cardiovasculares.