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El inconsciente cognitivo

| 7/6/07
Contra la tradicional concepción del hombre como un ser consciente gobernado por la razón, cada vez parece más incuestionable el carácter inconsciente de buena parte de nuestra actividad cognitiva y de las representaciones mentales a que ésta da lugar, así como la acusada propensión de nuestro pensamiento a sufrir sesgos que vician de forma palpable los juicios. No obstante, mientras esta última 'debilidad' humana ha sido ampliamente tratada y reconocida en psicología científica -y hasta a veces exagerada- desde hace algunas décadas, la naturaleza inconsciente de parte de los contenidos manejados por nuestra mente no ha comenzado a ser seriamente considerada hasta fechas bastante recientes.

Bien es verdad que en estos últimos años la evidencia y los trabajos en torno a lo que M. Froufe denomina El inconsciente cognitivo han experimentado un crecimiento exponencial: una verdadera eclosión. De ellos se ocupa el libro -prologado por Ángel Riviére- que tenemos entre manos, que no debe ser considerado un trabajo teórico o de revisión más. Aunque a lo largo de la presente década se han publicado otros -sobre todo en lengua inglesa-, por lo general se trata de monografías centradas en aspectos específicos de la actividad mental inconsciente. Así, mientras unas se interesan por la percepción, otras lo hacen por la memoria y otras, últimamente la mayoría, por el aprendizaje inconscientes. Por su parte, el libro de Froufe trata -en castellano se puede decir que por primera vez- todos esos procesos psicológicos, procurando integrarlos dentro de una concepción global y funcional de la conciencia, sin olvidar las implicaciones prácticas y las aplicaciones de la cognición inconsciente.

En efecto, dado que la conciencia no es un simple epifenómeno, ni el conocimiento fenomenológico por parte del propio sujeto de los datos procesados inconscientemente consiste simplemente en 'subir el volumen' de los mismos, la intervención de la conciencia no es una cuestión meramente cuantitativa: añade diferencias cualitativas. Por tanto, no es posible concebir el inconsciente mental al margen de la conciencia. De ahí que el libro, creemos que muy acertadamente, comience con un capítulo en el que, una vez trazados el origen y desarrollo de las nociones de conciencia e inconsciente en el pensamiento occidental, se analiza el fenómeno de la conciencia, sus características y funciones. En concreto, Froufe destaca el carácter constructivo, la capacidad limitada y la flexibilidad funcional propias de la conciencia, que le permiten llevar a cabo funciones psicológicamente fundamentales, como las de integrar e interpretar las salidas de las operaciones paralelas de los módulos especializados y distribuidos, convirtiéndose en un sistema de control interno. Por último, el autor esboza de forma crítica los procedimientos metodológicos elaborados para investigar experimental y objetivamente la dimensión subjetiva de la cognición, esbozo que luego desarrollará de forma específica en los capítulos sucesivos, sobre todo en el dedicado a percepción.

Dado el carácter históricamente central de la percepción en todo este asunto, el segundo capítulo, sin duda el más denso de los cinco que integran el libro, se ocupa de analizar la capacidad humana para procesar información aportada por estímulos que nos pasan inadvertidos, debido a diferentes circunstancias como pueden ser las limitaciones de sus parámetros (estimulación subliminal), su enmascaramiento o la falta de atención. No obstante, por tratarse de un fenómeno complejo y sensacionalista, que se presta a confusión -históricamente la mayoría de las críticas alegan que las aparentes observaciones de percepción inconsciente en realidad constituyen casos de percepción consciente precaria, en las que la intervención de la conciencia no ha sido adecuadamente estimada- el capítulo adopta un análisis riguroso y eminentemente metodológico. Es necesario, en primer lugar, constatar la existencia del fenómeno y las circunstancias bajo las que se produce. Por eso, para evitar confundir la percepción consciente precaria mal estimada con percepción inconsciente, el autor, entre otras estrategias, procede a analizar aquellos casos en los que la intervención de la conciencia marca alguna diferencia cualitativa -y no meramente cuantitativa, como sucede en el uso convencional del paradigma de la disociación- coherente con sus funciones, tal como se han establecido en el capítulo precedente. Este enfoque tiene la ventaja de permitir no sólo confirmar de manera razonable la existencia de procesamiento perceptual inconsciente, sino también establecer sus peculiaridades y diferencias con respecto a la percepción consciente, sin duda una cuestión más interesante que la simple constatación del fenómeno. Por último, el capítulo presta una atención especial a aquellas psicopatologías en las que se observa pérdida de conocimiento consciente de ciertos eventos, aun cuando quienes las padecen parecen conservar una capacidad más o menos normal de procesar la información correspondiente.Esta circunstancia está permitiendo reinterpretar algunos síndromes neuropsicológicos que, contra lo que se pudiera creer en otros momentos, no incapacitan totalmente a quienes los padecen para procesar la información con la que tienen problemas.

Precisamente, el caso más notable de patología en el que se había asumido que los pacientes sufren una pérdida particular de capacidad cognitiva a todos los efectos, y no sólo a nivel de conocimiento consciente, es el de la amnesia anterógrada. Sin embargo, en estos momentos se considera un hecho probado que algunos pacientes amnésicos incapaces de mostrar recuperación explícita e intencional de episodios postraumáticos, mantienen, no obstante, una retención activa y específica de los contenidos de esos episodios, como ponen de manifiesto diferentes pruebas indirectas de memoria. Buena parte del capítulo tercero se dedica a estudiar la disociación entre ambas formas de memoria, a su interpretación y a estimar en qué medida se puede hablar de retención inconsciente en casos en los que ciertas lesiones cerebrales -en población clínica- o diversos tratamientos experimentales -en la población general- producen una notable pérdida de memoria explícita, aun cuando se preserva un rendimiento normal en las pruebas mnésicas indirectas.

Seguidamente el autor, previa clarificación de lo que entiende por memoria y por aprendizaje inconscientes -cosa que es de agradecer, dada la confusión frecuente entre ambos conceptos-, se interesa por las circunstancias en las que, con la práctica sistemática, se produce asimilación de covariaciones, regularidades y estructuras del medio que aparentemente pasan inadvertidas. En definitiva, analiza los diferentes tipos de aprendizaje inconsciente, en cuyo caso las personas no sólo ignoran qué han aprendido, sino que muchas veces ni siquiera saben que han aprendido. Aunque ha sido el último proceso en engancharse al boom del inconsciente cognitivo, en la actualidad parece, sin duda, el más interesante y prometedor. Se trata de una cuestión fundamental en nuestra disciplina: conocer en qué medida, cómo y cuándo asimilamos, nos aprovechamos y, en definitiva, nos vemos influidos por las regularidades que nos encontramos en el medio sin llegar a tomar conciencia de ellas. A veces incluso sucede que esta asimilación automática resulta más eficaz que si intentamos llevarla a cabo de forma consciente. En nuestra opinión no queda claro ni adecuadamente justificado en el libro, sin embargo, por qué el aprendizaje inconsciente ha de limitarse a la computación de covariaciones entre eventos y de regularidades o estructuras concretas, quedando excluida la abstracción de estructuras profundas y reglas generales. La clarificación de estas circunstancias tiene implicaciones didácticas prácticas. La psicopedagogía aplicada debe tener en cuenta el modo en que operan los diferentes procesos y tipos de aprendizaje. Seguramente incluso nuestra mentalidad, actitudes y personalidad están conformadas en buena medida por procesos inconscientes de aprendizaje.

El libro termina, precisamente, con un análisis bastante pormenorizado, a la vez que ponderado, de las posibles implicaciones prácticas y usos aplicados de la cognición inconsciente, en particular de la percepción, sobre todo en el ámbito de la publicidad. Y aquí el trabajo de Froufe sí que establece un punto de equilibrio entre dos extremos opuestos: el de quienes descartan a priori toda posible influencia del procesamiento perceptual de estímulos que pasan inadvertidos, por considerar que tal cosa no existe, y el de aquellos que consideran que la 'estimulación subliminal' constituye una forma siniestra de control mental que permite lavar el cerebro de la gente sin que ésta se entere, y hasta contra su voluntad. Para el autor de El inconsciente cognitivo la realidad es bastante menos taxativa que todo eso. El manejo del procesamiento inconsciente de información ni constituye una técnica irresistible de manipulación psicológica, ni carece por completo de posibilidad de influir en la conducta de las personas. Sin duda, tiene una incidencia real y práctica, aunque limitada. En el libro se establecen algunas de estas posibilidades y limitaciones, que conviene tener en cuenta para ponderar la importancia del fenómeno en su justa medida y para aproximarnos a un mejor conocimiento de la mente humana.

En definitiva, estamos hablando de un trabajo riguroso, documentado y oportuno. Se trata de un libro altamente interesante sobre una cuestión medular, aunque casi nunca debidamente atendida, en nuestra disciplina. Trabajos como éste contribuyen a cambiar semejante situación: nos ayudan a descubrir y comprender la cara oculta de la mente.


Revisado por:

Manuela Romo Santos

Facultad de Psicología. UAM

Este documento fue extraído de: http://www.ucm.es/OTROS/especulo/numero8/froufe.htm

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