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El funcionalismo computacional y la Inteligencia Artificial en el nacimiento de la Psicología Cognitiva: la herencia de Turing. (6)

| 12/6/07
4. Críticas a la Inteligencia Artificial y al funcionalismo computacional.

"La ciencia de la computación solamente indica la omnipotencia retrospectiva de nuestras tecnologías. En otras palabras, una infinita capacidad para procesar información (pero solamente data, lo ya dado) y en ningún sentido una nueva visión. Con esa ciencia, estamos entrando en una era de exhaustividad, que es también una era de agotamiento. La cosa triste acerca de inteligencia artificial es que carece de artificio y por lo tanto de inteligencia."
Jean Baudrillard, Memorias Frescas (1987)

4.1. Las críticas a la "buena y anticuada inteligencia artificial" (BAIA).
[El Test de Turing] Pone un premio al engaño. Básicamente, dice que has creado IA cuando puedes hacer de alguien un tonto. Eso no tiene nada que ver si la computadora es como una persona. Nada. Una vez vi un show de magia donde el asistente del mago desapareció del escenario y reapareció en un balcón. El test de Turing es como decir que hubo una teletransportación cuando no podemos darnos cuenta de cómo el mago lo hizo.

El enfado de Neisser respecto a la falta de validez del Test de Turing lleva a reconsiderar aquello que se entiende como inteligencia artificial. Antes de responder a la cuestión de sí es posible que la inteligencia artificial alcance logros similares a la inteligencia natural, es necesario aclarar la ambigüedad de la palabra "artificial". Este adjetivo tiene dos sentidos, ¿cuál corresponde a la IA? Uno de los sentidos es cuando, por ejemplo, "artificial" se aplica a flores y el otro cuando, por ejemplo, se aplica a luz. En ambos casos artificial implica fabricado, pero en el primer caso significa que la cosa parece ser, pero realmente no es lo que parece, es aparente. El segundo, una vez fabricado es como un sustituto de la luz natural, una vez fabricado es lo que parece ser. ¿Es la IA artificial tal cómo lo son las flores de plástico o tal cómo lo es la luz que nos alumbra por las noches?

En términos favorable para la inteligencia artificial canónica, se refiere Roger Penrose: ser capaz de dar contestaciones similares a las humanas en una prueba de Turing no es ciertamente lo mismo que tener cualidades mentales similares a las humanas, pero puede servir como una buena indicación de que tales cualidades están de veras en la máquina.
Para Searle el concepto de símbolo en IA no es más que una metafora dudosa. Los símbolos "humanos" tienen necesariamente una referencia intencional, es decir, se definen semánticamente. Por el contrario, los símbolos de la computadora sólo se definen sintácticamente, no tienen un significado en un sentido auténtico. Por ello, sostener que tanto personas como máquinas, en último sentido, somos ambos procesadores de símbolos esconde esa diferencia básica y hace que la pretendida comparación descanse en la débil base que esta metáfora le brinda.

¿La IA presenta a los crédulos una ilusión de cierta clase de pensamiento?, ¿es el Test de Turing un premio al engaño como sostiene Neisser?, ¿o es la IA una especie genuina de pensamiento, diferente al humano como el movimiento de un auto es diferente al de un animal? El problema es que el tema no es tan visible y palpable como el del movimiento. Si tenemos una visión parcial (como con el test de Turing) ¿cómo saber que no nos engañamos como cuando vemos una flor artificial desde una ángulo en la que parece real?, ¿o sería la inteligencia artificial comparable a la invención de la rueda, que no es idéntica ni parecida a ninguna extremidad humana o animal, pero permite moverse mejor y más rápido?

Los interrogantes se multiplican y hacen tambalear a la comparación de las personas (o de sus mentes) con las computadoras, comparación que encaminó los pasos del funcionalismo computacional y de la Inteligencia Artificial hacia la distinción entre el programa (software) y la base material específica donde ese programa es corrido (hardware). Para la inteligencia artificial tradicional, lo mismo que para el funcionalismo computacional, lo que importa es la función, no el funcionario; el programa, no el material que lo realiza. Desde esta base, el funcionalismo hace su distinción entre estados "funcionales" o "estructurales" de un organismo. Para la BAIA, la arquitectura del computador clásico llega a la esencia de la inteligencia: la cognición es lo que el computador clásico hace, manipulación de símbolos gobernados por reglas.

Sin embargo, esta caracterización inicial de la inteligencia natural, más la consabida intención de imitarla a través de la IA, pronto mostraría sus limitaciones. El argumento inicial de Turing según el cual con el tiempo aparecerían computadoras con la suficiente capacidad de memoria como para instalar programas eficientes de IA, terminaría perdiendo su fuerza cuando, construidas al fin tales máquinas, la IA siguió mostrando resultados decepcionantes. Si bien se alcanzaron ciertos logros en la construcción de algunos instrumentos que incluyen programas que se conocen como "sistemas expertos", con habilidad especial para realizar funciones que con anterioridad llevaban a cabo sólo los seres humanos, este es sólo un tipo de IA conocido como de rendimiento. Los fracasos vinieron del lado de lo que se conoce como IA de comprensión, la que intenta comprender el funcionamiento de la inteligencia humana.

Ante la evidencia, los investigadores tuvieron que reconocer que la inteligencia humana es de una clase diferente, que el modelo basado en la Máquina de Turing funciona como una sistema computacional cerrado mientras que los organismos se encuentran en un constante intercambio de información con el medio y que parte de la estructura cognitiva propia de la inteligencia natural está puesta al servicio de mediar en ese intercambio. Bien dice Fodor que los únicos determinantes de las computaciones de una máquina de Turing son el estado de la máquina en cada momento, la configuración de la cinta y el programa, y que el resto del mundo importa bien poco de cara a la naturaleza de su actuación.

La idea del Test de Turing cierra sólo con una máquina manipuladora de símbolos, que no está sometida a restricciones físicas o biológicas, mientras que el organismo está sometido a múltiples demandas, con recursos energéticos limitados. Cualquier consideración de la mente como una máquina debe considerar e incluir esos aspectos relacionados con el funcionamiento dinámico del organismo.

La propia idea de considerar a los eventos mentales independientemente de su constitución física, cara al funcionalismo, plantea una distinción errónea y perniciosa, ya que refuerza la idea de una naturaleza bipartita dividida en dos niveles, a diferencia de la realidad que muestra una jerarquía múltiple de niveles naturales, cada uno de los cuales está demarcado por generalizaciones nomológicas y supervenientes a todos los niveles que le son inferiores en el continuo.

Esta misma idea de la independencia de los eventos mentales atenta contra la individualidad del hombre puesto que puede derivarse que los eventos mentales no dependen de los átomos particulares que componen el cerebro. El punto de vista de la inteligencia artificial fuerte y del funcionalismo es simplemente que el "contenido informático" es lo que caracteriza a cualquier individuo particular. Esta suposición resulta pertinente en el campo de la computación: en cualquier par de computadoras, una es completamente equivalente a la otra en el sentido de que, independientemente del hardware particular en que consista cada máquina, habrá siempre algún software adecuado que pueda efectivamente convertir a cualquiera de ellas en la otra. En cierto sentido, el hardware se ve como inatinente, y se considera que la información esencial de la operación de la máquina reside en el programa, esto es, en el software. Este hecho que resulta innegable en las máquinas debería ser extrapolado con sumo cuidado cuando se lo aplica a seres humanos. Sin embargo, tal cuidado no parece haber sido tenido en cuenta ni por el funcionalismo ni por la IA. Tal situación llevaría a una negativa a aceptar que el funcionamiento del cerebro pueda ser replicado por medios algorítmicos.

Otra de las limitaciones que se le imputan a la IA tradicional es la similar posición epistemológica a la adoptada por la medicina dental de Aristóteles. Aristóteles afirmaba que las mujeres tenían menos dientes que los hombres y atribuía esa característica a que las necesidades de las mujeres eran supuestamente menores. Sin embargo, nunca miró en la boca de una mujer para verificar su teoría. En forma parecida, se le imputa a la IA el haberse desarrollado como una empresa aislada del estudio complementario de la biología de la inteligencia natural, representado por la psicología y las neurociencias.

La IA y el funcionalismo psicológico resultan en algún sentido la descendencia de la máquina de Turing. No obstante, el funcionalismo (entendido como la idea de que la inteligencia puede ser explicada sobre la única base de la función que cumple) y las neurociencias (que trabaja más bien a partir del concepto de estructura) han avanzado por carriles distintos. De esto resulta que estas dos disciplinas del hexágono cognitivo mantienen sólo vínculos interdisciplinarios débiles. Tal situación ha comenzado a cambiar: hay interés en el tema de la mente por parte de los neurólogos y al mismo tiempo, los filósofos funcionalistas se han comenzado a interesar por cuestiones de "arquitectura". Estos dos movimientos convergentes están acercando a la IA y las neurociencias.

Ver parte 7.

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