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El funcionalismo computacional y la Inteligencia Artificial en el nacimiento de la Psicología Cognitiva: la herencia de Turing. (7)

| 12/6/07
4.2. Las críticas al funcionalismo computacional.

La objeción más habitual al funcionalismo computacional es que parece contemplar la mente como algo similar a una computadora de Von Neumann, donde una instrucción tiene acceso de manera sucesiva a la información almacenada en la memoria y dirige las operaciones que hay que realizar para llevar a cabo la tarea de que se trate. A diferencia, el cerebro realiza un gran número de operaciones al mismo tiempo. Esta objeción es desestimada por Bechtel pero para dar lugar a otra de mayor peso, aquella que sostiene que la cognición, a diferencia de lo que plantea el funcionalismo computacional, no es una actividad de procesamiento de símbolos. Los actuales desarrollos en modelos no simbólicos en IA, de procesamiento distribuido en paralelo, herederos de la línea de trabajo pionera de Newell y Simon podrían suponer una seria dificultad para el funcionalismo computacional.

Otra de las críticas al funcionalismo se basa en su pretensión de contemplar los procesos cognitivos como procesos mecánicos tales como pueden ser ejecutados por una computadora. Tal asimilación, sostiene esta crítica, resulta deshumanizadora. La objeción a la crítica, según la cual las simulaciones de computadora postulan procesos internos análogos a los estados subjetivos de las personas y que por lo tanto resultan menos deshumanizados que modelos anteriores (mecánicos) no parece tener mucha sustentación. En efecto, considerar a la mente independientemente del organismo supone una abstracción excesiva en la que se pierde de vista la relación de esa mente con su "receptáculo" y esto es deshumanizador.

En la misma línea puede analizarse la objeción que sostiene que las simulaciones computacionales sólo permiten un comportamiento en la medida en que estén programados, mientras que el comportamiento humano no está constreñido de esa manera. La respuesta que brinda Bechtel no parece muy sólida. Según el autor, los seres humanos venimos equipados para procesar información de cierta manera, lo que también podría constituir un programa. Aquí parece haber una confusión de nivel; lo que distingue a los seres humanos, en todo caso, es nuestra capacidad para crear programas. Es decir que nuestros supuestos programas innatos sirven para que podamos "programar" la manera de llevar a cabo alguna tarea. Inversamente, los programas de la computadora sólo sirven para realizar esa supuesta tarea. En otras palabras, nuestros programas programan y los programas de las computadoras ejecutan. La continuación de la respuesta que toma el autor no parece más atinada; dice que a los seres humanos se les enseña como llevar a cabo una gran variedad de actividades y que este proceso de instrucción podría contemplarse como algo comparable a la programación. Si bien esto es cierto, lo que el autor parece no advertir (o al menos no dice) es que sólo "algunos" de nuestros comportamientos son programables mediante instrucción mientras que respecto a las computadoras "todos" sus comportamientos deben ser programados. Es la diferencia que va de aquellos "algunos" a estos "todos" la que dista entre inteligencia natural e inteligencia artificial. La otra respuesta de Bechtel a esta objeción adolece de una debilidad similar. Dice que algunos programas están abiertos y que se modifican en función de los resultados de su ejecución; en rigor, se trata de programas cerrados solo que contemplan distintas variaciones de acuerdo a los resultados que van obteniendo, pero esas variaciones posibles deben ser contempladas previamente por el programador.

Otra de las críticas al funcionalismo computacional viene, paradójicamente, de parte de uno de sus fundadores. Hilary Putnam, ha hecho una amplia autocrítica de sus propios planteamientos iniciales. Como resultado de sus últimas investigaciones ha desechado la hipótesis de la identificación directa de los estados mentales como estados funcionales, es decir, con estados caracterizados computacionalmente. Sostiene ahora que es un error considerar los "significados" como entidades teóricas, como objetos científicos que pueden ser aislados y que cumplen una función explicativa en una teoría científica. Según este autor, no es posible individualizar los conceptos y las creencias sin hacer referencia al entorno, lo que le lleva a sostener que los significados no están "en la cabeza". Por esta razón, no es posible definir los estados mentales en términos de los estados de una "máquina de Turing" dice Putnam. Esta máquina no es capaz de proporcionar una representación adecuada de la psicología de los seres humanos. Aunque, en algunas situaciones, su forma de razonar sea similar a la nuestra, esto no implica que los estados o los algoritmos sean idénticos. La idea que hay un único estado computacional en el cual deben hallarse todos los seres que creen una misma cosa es falsa. Los seres sensibles físicamente posibles admiten demasiados "diseños", tanto físicos como computacionales, para que el funcionalismo que postula "un estado computacional para cada actitud proposicional" sea verdadero.

En opinión de Putnam, todas las representaciones que conocemos se asocian con su referencia, que es contingente y susceptible de variación a medida que cambia el mundo o la cultura, esto es, la referencia es un fenómeno social.

Este corrimiento de Putnam hacia posturas alejadas del estudio de la mente como entidad abstracta e independiente en la práctica, está dando cuenta de las limitaciones del funcionalismo como teoría de la mente y, del mismo modo, tiende un manto de duda sobre los distintos programas de la IA tradicional.

Ver parte 8.

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