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Personalidad tipo D y trastornos isquemicos cardiovasculares

| 10/8/07
Sanchez, R. (2006). Parte III del artículo: "El papel de la personalidad en los trastornos isquémicos-cardiovasculares" En Factores psicológicos y trastornos isquémicos cardiovasculares. Urquijo, S. (comp). Editorial UNMdP, Mar del Plata (en prensa).

III. La personalidad tipo D.
III.I. Estudios previos.

El descontento con los resultados obtenidos con la personalidad Tipo A llevó a un cambio gradual hacia otros factores de riesgo que podrían estar asociados con las enfermedades cardiovasculares. Así, se enfocó hacia aspectos más relacionados con factores psicológicos o con trastornos psiquiátricos, en particular la depresión mayor. El uso de una terminología común con la psiquiatría aseguraba que los pacientes cardíacos pudieran beneficiarse de los avances alcanzados en los tratamientos para la población psiquiátrica, y además abría la posibilidad para que pudieran aplicarse otros descubrimientos de las neurociencias (Lesperance y Frasure-Smith, 1996).

La literatura científica abunda sobre la evidencia respecto a la influencia negativa de ciertos estados psicológicos, como la ansiedad, la angustia o la depresión, sobre las enfermedades cardiovasculares (Lesperance y Frasure-Smith, 1996). Sin embargo, las emociones negativas y dichas patologías puede tener implicaciones más profundas, interfiriendo en la capacidad de los pacientes para afrontar la enfermedad física y dando por resultado una pobre calidad de vida.

Otra serie de estudios, llevados a cabo desde fines de los 70, ha examinado la influencia de los factores sociales en el desarrollo de los TIC. Inicialmente esos estudios se enfocaron en los aspectos cuantitativos del apoyo social, tales como la presencia de lazos familiares, número de amigos y el grado de participación en grupos y otras actividades organizadas. Dentro de este campo, algunos trabajos evaluaron la influencia del estado marital (vivir solo, estado civil, y/o interrupción matrimonial), y otros evaluaron aspectos tales como el acceso a prácticas comunitarias (Rozanski, Blumenthal y Kaplan, 1999).

Con el tiempo, la naturaleza cualitativa del sistema de apoyo social (la calidad del apoyo emocional percibido) también ha sido objeto cada vez de mas estudios. Rozanski, Blumenthal y Kaplan (1999) dan cuenta de cincuenta estudios que examinaron el impacto de los factores sociales sobre la incidencia futura de TIC en población inicialmente sana. En dichos estudios, se encontró una red relativamente pequeña, por regla general, como relacionada con un aumento de dos o tres veces en la posibilidad de sufrir TIC con el tiempo. El aislamiento social y la falta de soportes afectivos constituyen factores de riesgo coronario independientes, aún estando controlados los factores de riesgo tradicionales y se relacionan con la repetición de los sucesos coronarios y con la mortalidad prematura (Berkman, Leo-Summers y Horowitz, 1992).

De manera similar, anteriormente Blazer (1982) había encontrado que bajos niveles de apoyo emocional percibido confieren un riesgo aún mayor, incrementando el riesgo de padecer episodios cardíacos futuros. Este trabajo evaluó el apoyo social mediante tres parámetros: apego disponible, apoyo social percibido y frecuencia de interacciones sociales. Los índices de mortalidad fueron evaluados 30 meses después de la evaluación inicial. El riesgo relativo de mortalidad fue 1,96 veces mayor en el caso de deterioro del apego disponible, 3,86 para deterioro en el apoyo social percibido, y 2,72 para bajas frecuencias de interacciones sociales. Se controlaron diez potenciales variables intervinientes (edad, sexo, raza, estatus económico, salud física, capacidad de autocuidados, síntomas depresivos, sucesos vitales estresores, funcionamiento cognitivo, y tabaquismo). En consecuencia, en el trabajo de Blazer (1982) se evidencia que los tres parámetros de apoyo social predijeron significativamente la mortalidad a 30 meses.

Más recientemente, Schmidt Pedersen, Middel y Lytken Larsen (2002) encontraron que bajos niveles de apoyo social se relacionaban con un incremento en el riesgo de sufrir depresión y trastorno por estrés postraumático en pacientes que habían tenido un infarto de miocardio, mientras que los pacientes menos satisfechos con su apoyo social tenían además un riesgo mayor de sufrir ansiedad y reportaban más quejas respecto a su salud. En líneas generales, estos autores encontraron que los efectos más amplios se relacionaban con la insatisfacción respecto al apoyo social más que con el apoyo social en sí mismo. Estos resultados sugieren que ciertas variables relacionadas con la personalidad pueden mediar entre el apoyo social y sus efectos sobre la salud, por lo que deben incluirse cuando se investiga la relación entre apoyo social y el estrés negativo y la salud.

III.II. La personalidad Tipo D.

Con posterioridad a los dos tipos de estudios citados en el apartado anterior (los relacionados con las emociones negativas y los relativos a la falta de apoyo social), Denollet y otros investigadores han suministrado nueva evidencia empírica que muestra como estos factores incrementan el riesgo de mortalidad en pacientes cardíacos. Al respecto, han postulado un nuevo tipo de personalidad, la personalidad Tipo D (de distress), como factor de riesgo en la enfermedad cardiovascular (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet y Brutsaert, 1998; Denollet y otros, 1996; Denollet, Sys y Brutsaert, 1995).
El distrés, o estrés negativo, tiene serias implicaciones para el individuo:

-emociones displacenteras (como ansiedad, depresión u hostilidad);

-propensiones psicológicas desadaptativas (como dificultades en el plano de las relaciones interpersonales o en la percepción del apoyo social disponible);

-tendencias comportamentales disfuncionales (como el desarrollo de hábitos perjudiciales para la salud).

Todas estas características dan lugar a diversas consecuencias negativas, algunas de ellas relacionadas con la salud y que pueden derivar en enfermedades o muerte.

El constructo "Personalidad Tipo D" originalmente fue desarrollado en una población de pacientes cardíacos en Bélgica. Posteriormente, se halló evidencia respecto a su validez en pacientes cardíacos de otros países, incluyendo a Dinamarca, Alemania, Hungría e Italia (Pedersen y Denollet, 2003).

La personalidad tipo D se derivó de teorías existentes y de evidencia empírica. Los dos amplios y estables rasgos revisados hasta aquí sirven para conceptualizar a este nuevo tipo de personalidad. La personalidad Tipo D se define así como un rasgo de personalidad caracterizado por la afectividad negativa y por la inhibición social (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet y Brutsaert, 1998; Denollet y otros, 1996; Denollet, Sys y Brutsaert, 1995):

-Afectividad negativa: se define por la tendencia a preocuparse y a tener una visión pesimista de las cosas, acompañada a menudo de sentimientos de infelicidad o irritación, de síntomas depresivos y de tensión crónica y de un bajo nivel de bienestar subjetivo.

-Inhibición social: se define por una tendencia a mantenerse distanciado de los demás, por inhibir a menudo la expresión de los sentimientos y por bajos niveles de soporte social percibido.

En el siguiente cuadro (Sanchez, 2005), se resume el concepto de "personalidad tipo D":

Cuadro 1. Personalidad Tipo D.

Estilo de personalidad

Afectividad negativa

Inhibición social

Definición

Tendencia a experimentar emociones negativas en todo momento y situación.

Tendencia a inhibir emociones y conductas en la interacción social.

Cuadro clínico

La persona se siente infeliz a menudo, tiende a preocuparse, es pesimista, se irrita fácilmente, tiene baja autoestima y poca asertividad, tiene síntomas depresivos y de ansiedad.

La persona se siente insegura en la interacción social, tiende a mantener distancia con los otros, tiende a ser cerrada y reservada, reporta bajos niveles de apoyo social percibido.

Prognosis

La personalidad tipo D, definida por altos valores de afectividad negativa e inhibición social, resulta un predictor independiente de mortalidad a largo plazo en pacientes con trastornos cardiovasculares. En las investigaciones originales de Denollet se encontró una mortalidad del 23% en pacientes con personalidad tipo D y del 7% en pacientes con otros tipos de personalidad en un estudio de seguimiento a seis años en pacientes con TIC.


El concepto de personalidad Tipo D reúne diferentes líneas de investigación que hasta el momento se estaban desarrollando de manera dispersa. Así, el Tipo D refleja un subgrupo homogéneo y estable de rasgos de personalidad claramente basados en teorías psicológicas, a diferencia de la personalidad Tipo A que se basa en una "mescolanza" heterogénea de síntomas conductuales (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet, 2000).

III.II.A. La afectividad negativa.

La afectividad negativa ha merecido el interés en diferentes investigaciones por su relación con las enfermedades cardíacas (Smith y Ruiz, 2002). Las personas con alta afectividad negativa son más propensas a experimentar emociones negativas de manera estable, a lo largo del tiempo e independientemente de las situaciones (Denollet y Brutsaert, 1998). Estas personas se muestran incapaces de enfrentar los estresores de la vida. También tienen una visión negativa de si mismos, reportan más síntomas somáticos y tienen un sesgo atencional hacia los estímulos adversos. Estas personas parecen estar escudriñando el mundo en busca de problemas o amenazantes inminentes (Denollet, 2000).

Personas con este rasgo, obtuvieron una alta correlación (0,68, en participantes sanos) con la escala de neuroticismo del NEO-PI-R de Costa y McCrae (1992) y con la escala de neuroticismo del Cuestionario de Personalidad de Eysenck (0,64, en pacientes con enfermedades cardiovasculares) (De Fruyt y Denollet, 2002; Denollet, 2000). Estas correlaciones estarían dando cuenta de cierta superposición entre ambos conceptos (afectividad negativa y neuroticismo).

En un trabajo reciente, Suls y Bunde (2005) estudiaron tres de las disposiciones psicológicas que más han sido relacionadas como factores de riesgo de los TIC: depresión, ansiedad y angustia - hostilidad.

Estos autores encontraron cierto solapamiento entre estas tres disposiciones negativas lo que los lleva a asumir la posibilidad de que una disposición hacia la afectividad negativa pueda ser más importante como factor de riesgo de la enfermedad cardiovascular que cualquier afecto negativo específico.

III.II.B. El aislamiento social.

Décadas de investigación han relacionado el aislamiento social y bajo niveles de apoyo social percibido (componentes de la inhibición social) con el incremento en el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares (Smith y Ruiz, 2002). De la inhibición social se infiere una tendencia estable a inhibir la expresión de las emociones y las conductas en la interacción social (Denollet, 2000). Las personas con alta inhibición social son más propensas a inhibir sus sentimientos y a sentirse tensos e inseguros en presencia de otros, a menudo presentan poca asertividad, usan estrategias de afrontamiento de evitación, y tienen pocas capacidades comunicativas. Además, estas personas inhiben la expresión de emociones negativas (Denollet, Sys y Brutsaert, 1995).

Personas con alta inhibición social obtuvieron un alta correlación negativa con la escala de extraversión del cuestionario NEO-PI-R (-0,52, en participantes sanos) (Costa y McCrae, 1992) y con la escala de extraversión del Cuestionario de Personalidad de Eysenck (-0,65, en pacientes con enfermedades cardiovasculares) (De Fruyt y Denollet, 2003; Denollet, 2000).

La alta inhibición social ha sido relacionada con la evitación de peligros potenciales involucrados en la interacción social tales como la desaprobación o el no reconocimiento por parte de los otros. Aunque algunas personas inhibidas son bastante tranquilas en la superficie, en realidad, pueden evitar los conflictos interpersonales mediante un control excesivo de su auto-expresión (Denollet, 2000).

III.III. Personalidad Tipo D y trastornos cardiovasculares.

Las personalidad Tipo D podría ser un factor de riesgo independiente para las enfermedades cardiovasculares por dos motivos:

a. la inhibición de la expresión emocional podría ayudar al desarrollo y desencadenamiento de la enfermedad;

b. la mayor propensión a la depresión y al aislamiento social podrían aumentar la mortalidad en pacientes con TIC.

Denollet y Brutsaert (1998) encontraron que la combinación de ambos factores, afectividad negativa e inhibición social, puede predecir la aparición de trastornos cardíacos de manera independiente a los factores de riesgo tradicionales. La personalidad tipo D resultó ser un predictor de mortalidad a largo plazo en pacientes con TIC, independientemente de los factores de riesgo biomédicos. Existe evidencia empírica que sugiere que una combinación de alta afectividad negativa y alta inhibición social suele estar presente en pacientes en riesgo de TIC (Denollet, 2000; Denollet, Vaes y Brutsaert, 2000). La evidencia acumulada hasta el momento indica que los pacientes cardíacos con personalidad Tipo D tienen un incremento significativo en el riesgo de morbilidad y mortalidad cardiovascular, de manera independiente a los factores de riesgo tradicionales (Pedersen y Denollet, 2003). Los pacientes con personalidad Tipo D también tienen un mayor riesgo de sufrir estrés psicosocial negativo, de tener una calidad de vida más deteriorada y de beneficiarse menos con los tratamientos médicos.

En su estudio de 1996 (Denollet y otros, 1996) los investigadores encontraron diferencias significativas, en un estudio de seguimiento a seis años, en los índices de mortalidad en un grupo de pacientes con personalidad Tipo D (23%) en comparación con el grupo con otras características de personalidad (7%). La relación se mantenía tanto en hombres cuanto en mujeres. La conclusión de Denollet y su grupo de trabajo (1996) fue que la personalidad Tipo D era un predictor de mortalidad en pacientes cardíacos, independiente de los predictores biomédicos. Anteriormente (Denollet, Sys y Brutsaert, 1995), estos investigadores habían reportado mayor mortalidad en pacientes con personalidad Tipo D en un estudio a cinco años del accidente cardiovascular, en hombres de mediana edad sobrevivientes a un infarto de miocardio.

Según Denollet y sus colaboradores (1996), el estrés negativo (distress), propio de la personalidad tipo D, puede provocar la enfermedad cardiovascular en forma directa a través de mecanismos fisiológicos. El estrés al que está expuesto el sujeto influiría en los mecanismos fisiológicos que determinan la enfermedad.

Según los autores (Denollet y colaboradores, 1996), el Tipo D también podría relacionarse con la enfermedad cardiovascular en forma indirecta por su influencia en comportamientos relacionados con la salud como una pobre adherencia al tratamiento o fallas al momento de cambiar los factores de riesgo; también podría influir negativamente en la comunicación con los médicos. Todo esto incidiría en la gravedad de la enfermedad cardiovascular y en un incremento en el riesgo de mortalidad de estos pacientes.

Existiría un tercer mecanismo posible que relaciona el Tipo D con las enfermedades cardiovasculares. Otra variable diferente sería la causa del rasgo de personalidad y de la mortalidad prematura en pacientes cardíacos. El tipo D sería una mera manifestación conductual de un factor biológico o genético subyacente que predispone a la personas a resultados adversos en su salud (Denollet y colaboradores, 1996). Los autores recuerdan que Bouchard (1994) ha aportado evidencia acerca de que un 50% de las diferencias individuales en los rasgos de personalidad, tales como podrían ser la afectividad negativa y la inhibición social, se debe a factores genéticos.

Recientemente, Pedersen y otros (2004) investigaron los efectos negativos de la personalidad tipo D en pacientes con TIC después de una intervención coronaria percutánea, en un estudio de seguimiento de 9 meses. Este estudio fue el primero en investigar la influencia de los factores de riesgo psicológicos en la prognosis de pacientes post intervención coronaria percutánea. El tipo D fue un predictor de resultados adversos en pacientes que estaban recibiendo un tratamiento óptimo, con los últimos avances en intervención en cardiología. El tipo D incrementó significativamente la probabilidad de muerte o de infarto de miocardio en el grupo estudiado.

La relación entre personalidad tipo D y ciertos índices de laboratorio de salud cardiovascular (como la presión sanguínea) también ha sido demostrada (Habra y otros, 2003).

La personalidad tipo D resulta un hallazgo teórico de peso ya que resulta un factor predictivo en las enfermedades cardiovasculares mientras que sus componentes por separado no lo son. Esto es, la presencia de cada uno de estos factores de manera individual no tiene mayores efectos, es la interacción entre las emociones negativas y el aislamiento social lo que resulta predictor en la prognosis de los pacientes con enfermedades cardiovasculares (Denollet y otros, 1996).

La personalidad Tipo D podría predecir los trastornos cardíacos y además podría subsumir conceptos anteriormente dispersos como la depresión, la ira y la ansiedad (afectividad negativa) o el aislamiento y la falta de apoyo social (inhibición social).

Sin embargo, según algunos autores, los estudios reportados hasta el momento no han aportado evidencia concluyente respecto a la hipótesis que relaciona la personalidad tipo D con los TIC, ni que el Tipo D tenga el status de un tipo particular de personalidad. Carney (1998), por ejemplo, sostiene que la afectividad negativa y la inhibición social podría predecir el riesgo de sufrir otros sucesos cardíacos solo en enfermos coronarios. Habra y otros (2003), por su parte, encontraron que el constructo global personalidad tipo D no parece tener mucho más poder predictivo respecto a los trastornos cardiovasculares que sus dos componentes individuales por separado. Estos autores encontraron, además, que el tipo D resulta predictor del desarrollo de la enfermedad cardiovascular particularmente en hombres. Respecto al aislamiento social encontraron que se relacionaba con alta presión sanguínea pero sólo en hombres.

De todas maneras, Denollet y su equipo (Pedersen y Denollet, 2003; Denollet y Van Heck, 2001), sostienen que hay una necesidad urgente en adoptar un enfoque que considere a la personalidad en los pacientes en riesgo de sufrir trastornos cardíacos. Para estos autores, la personalidad Tipo D es un constructo estable que puede ser de especial interés en todo el campo de las enfermedades cardiovasculares.

1 comentarios:

intoku dijo...

Ei! Vaya descubrimiento que acabo de hacer. Cada 15 o 20 días voy a parar a un blog que vale la pena poner en favoritos!

Saludos,
Intoku.