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¿Por qué no cambia la gente?

| 27/12/08
Porque no puede cambiar

No podemos cambiar aquellas condiciones propias que no podemos controlar voluntariamente. No podemos cambiar cambiar intencionalmente los aspectos propios que están fijados, cerrados y totalmente determinados por fuerzas ajenas a nuestro control. Nuestra composición genética, nuestra ubicación temporal en la historia, nuestra bioquímica y el status social de nuestras familias de origen son factores dados que no fueron determinados por nosotros. Son variables relativamente estables que no están abiertas generalmente al cambio intencionado.

Tampoco se pueden cambiar los aspectos propios de los que no somos conscientes.

La gente tampoco puede cambiar si no se cree que se puede cambiar. Podemos desmoralizarnos con respecto a nuestras capacidades para cambiar y concluir que no tenemos el poder o fuerza interior suficientes para cambiar.

Si se considera que las conductas problemáticas particulares están bajo un control biológico, la conclusión más probable es que no se pueden controlar este tipo de comportamientos.

De la misma forma que la gente desplaza toda la responsabilidad del propio comportamiento a los procesos biológicos, también puede proyectar todos los controles sobre las fuerzas exteriores, tales como la familia, la sociedad o el destino.

La gente no puede cambiar si cree que el autocontrol es demasiado débil para cambiar los fenómenos psicológicos que están parcialmente bajo control de la biología o la sociedad.

Porque no quiere cambiar

Incluso si la gente cree en el propio poder para cambiar, se dan condiciones bajo las cuales puede que no se quiera cambiar. No se quiere cambiar cuando se percibe que los pros de las conductas problemáticas superan los contras de estos comportamientos. Generalmente tampoco se quiere cambiar cuando los beneficios del cambio sólo igualan a los costes del cambio. Oímos a la gente de cir: "Sé que este comportamiento algún día me matará, pero me gusta y me ayuda a calmar el estrés". Hay menos probabilidades de querer el cambio cuando se deben dejar de lado los beneficios inmediatos, como el placer o la reducción del estrés, a cambio de reducir unos riesgos a largo plazo, como la enfermedad o la muerte. Se puede comprender a las personas que no quieren hacer estos cambios desde una perspectiva psicoanalítica, que considera el principio de placer primero y más poderoso que el principio de realidad. También se puede defender esta condición desde una perspectiva conductual en la cual las consecuencias inmediatas ejercen mucho más control sobre el comportamiento que las consecuencias tardías (Prochaska & Norcross, 1998).

También es posible que las personas no quieran cambiar cuando perciben que los demás intentan presionarles u obligarles a cambiar. El deseo de controlarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno puede causar una resistencia a cambios que podrían sernos favorables.

Porque no se sabe como cambiar

Se puede querer cambiar pero no saber cómo. Incluso con la ayuda de las mejores terapias disponibles, la mayoría de los alcohólicos, drogadictos, obesos y fumadores recaerán en su adicción en un año o dos después de su tratamiento (Hunt & Matarazzo, 1973).
Mucha gente llega a la terapia creyendo que puede cambiar y por eso viene. Quiere cambiar, pero no sabe cómo cambiar y por eso está aquí.

Desafortunadamente, muchos pacientes llegan a la terapia creyendo que los terapeutas tienen el conocimiento para ayudarles a cambiar rápidamente sus problemas crónicos. Los problemas concretos, como el caso de la impotencia, se pueden resolver con rapidez. Pero, en el caso de problemas crónicos se necesita mucho más tiempo para cambiar. Como media, los pacientes siguen una terapia de tres sesiones. El resultado es que no dan a la terapia o a los terapeutas la oportunidad de ayudarles a cambiar. Si no saben cambiar, incluyendo el tiempo que se necesita para cambiar, es poco probable que se recuperen de los problemas conductuales crónicos.

Porque no se sabe qué cambiar

Muchos pacientes llegan a la terapia sin saber qué tienen que cambiar. Se sienten desorientados con respecto a las causas y soluciones de su problema.

Si consultan a un terapeuta conductual, éste les animará a analizar los antecedentes inmediatos y las consecuencias de su problema. Estos estímulos situacionales se consideran las causas claves o los controles de comportamiento y tendrán que cambiarse si quieren modificarse el problema con la bebida.

Para los terapeutas cognitivos, lo básico no son los hechos precedentes o posteriores al problema en cuestión sino cómo se procesan o se consideran estos hechos.

La consulta a un terapeuta interpersonal llevará al cliente a analizar sus modelos y conflictos interpersonales, considerados como la base de la mayoría de las psicopatologías.

Los terapeutas familiares que se basan en la familia de origen, animarían a los clientes a entender sus reglas y relaciones familiares iniciales más que sus modelos interpersonales actuales.

Los terapeutas psicoanalíticos y psicodinámicos pueden ayudar a los clientes a analizar los conflictos intrapersonales que pueden ser la base de los síntomas.

No es de extrañar que muchas personas se sientan confundidas con respecto a lo que tienen que cambiar, si cinco tipos de terapeutas diferentes atribuyen a cinco causas diferentes sus problemas. Y ni siquiera hemos mencionado los terapeutas orientados biológicamente o espiritualmente u otras orientaciones de las más de 400 terapias que existen actualmente (Prochaska & Norcross, 1998). Si los terapeutas no se pueden poner de acuerdo en qué necesidades es preciso cambiar con el fin de ayudar a superar los problemas de las personas, entonces cómo podemos esperar que la gente sepa lo que tiene que cambiar?

Para responder o problematizar esta cuestión ver en esta misma página:
Factores compartidos por todas las psicoterapias.
y
Eficacia comparativa de las distintas psicoterapias.

Material consultado:
¿Por qué no se mueven los continentes? ¿Por qué no cambian las personas? Prochaska, J. O. y Prochaska, J.M. Revista de Psicoterapia, Vol XII, Nº 46-47, 17-35, 2001.

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