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Modelos cognitivo-sociales de personalidad

| 10/7/07
Parte III del artículo: "Personalidad, temperamento y sociedad"
Roberto Oscar Sanchez.
Lic. en Psicología, Especialista en Docencia Universitaria Psicoterapeuta Centro de Asistencia Psicológica Mar del Plata, Profesor Seminario de Orientación Trastornos de la Personalidad, Universidad Nacional de Mar del Plata Profesor Teorías de la Personalidad, Universidad Atlántida Argentina Miembro del Grupo de Investigación en Psicología Cognitiva y Educacional, UNMdP
En “Violencia, personalidad y sociedad”. G. González Ramella (comp.), Editorial Akadia, Buenos Aires, pág. 233-260, 2007.

2.2. Las propuestas cognitivo sociales.
"No existen los hechos, sino sólo las interpretaciones"
Friedrich Nietzsche

Existe otra visión de la personalidad en cierto sentido contrapuesta a la anterior, si bien se está trabajando en ciertos intentos de integración, cuyo análisis excede el marco de este trabajo. Y para hablar de esa otra visión hay que retrotraerse a 1955 y traer a colación un autor no muy recordado y a quien la psicología aún le debe un homenaje que lo sitúe en el panteón de los grandes: George Kelly. Ese año publica una obra señera que adelantaría por casi dos décadas la psicología cognitiva social y el constructivismo. En “La psicología de los constructos personales” Kelly presenta una teoría psicológica de corte cognitivo que pone el centro de atención en como los seres humanos miramos (e interpretamos) al mundo de manera idiosincrásica a través de nuestros constructos personales. Alejado de la corriente teórica dominante de la época, en un contexto científico para nada afín a sus ideas (Skinner había publicado “Ciencia y conducta humana” en 1953 y publicaría “Conducta verbal” en 1957), Kelly propuso un ser humano activo, que percibe, organiza e interpreta su mundo de experiencias a su manera. Y esa construcción personal representa su visión única de la realidad. En su postulado fundamental Kelly afirma que nuestros procesos psicológicos son dirigidos por las formas en que anticipamos los acontecimientos. Mediante nuestros constructos intentamos anticipar las consecuencias de nuestras acciones, al mundo, y a las otras personas. Kelly se refería a la “metáfora prodigiosa” para explicar que las personas, como los científicos, tenemos construcciones de la realidad que funcionan como hipótesis. A medida que ganamos experiencia, nuestra comprensión de la realidad mejora de la misma manera que la ciencia va mejorando su comprensión del mundo. Y esta búsqueda de una mayor comprensión se explica por la tendencia del hombre a preferir un conocimiento personal del mundo antes que la felicidad garantizada desde el exterior (Kelly, 1966). Esto es, el ser humano es esencialmente activo y constructivo y por tanto no muy sujeto a las leyes que pretenden explicar la conducta a partir de los reforzadores del medio:
…esta tendencia del hombre a desligarse de su biografía y sus refuerzos para lanzarse al futuro aferrándolo con las dos manos nos pone a los científicos en una posición embarazosa. Es como si debiéramos admitir que la naturaleza humana es desorganizada, tras haber defendido ardientemente la proposición (supuestamente) más esencial de la ciencia, "toda la naturaleza sigue un orden" (Kelly, 1966).

Las ideas de Kelly no serían tenidas en cuenta no sólo por el conductismo dominante (obviamente) sino tampoco por la primera psicología cognitiva, la del paradigma del procesamiento de la información, partidaria de la metáfora del hombre como procesador de información, al igual que una computadora. Hubo que esperar a la segunda revolución cognitiva, el enfoque cognitivo social, que con su concepción del hombre como constructor de la realidad mediante su actividad cognitiva en el plano social, recupera la concepción original de Kelly. Mahoney en 1982 sostuvo que junto a los procesos de feedback o retroactivos, los seres humanos utilizamos también procesos de feedforward o proactivos (Fernández Alvarez, 1992). Vale decir que no sólo somos reactivos al medio sino que autorregulamos nuestra propia conducta estructurando sistemas de significado que prefiguran situaciones futuras que no han sucedido aún más que en nuestra mente. Por tanto, nuestro conocimiento es activo, constructivo y anticipatorio. En esta concepción de Mahoney no puede dejar de notarse la huella original que marcó Kelly.

Los acercamientos cognitivo sociales se han ido formando desde las teorías del aprendizaje social a lo largo de las últimas décadas. El modelo no cuenta con un paradigma dominante sino que diversas teorías van llevando adelante distintos aspectos del programa. Según Funder (2001), la profusión de temas revela un grado de desorganización y hasta inmadurez, muy parecido al paradigma de los rasgos antes del advenimiento de los “cinco grandes”. Estas teorías plantean que la personalidad se relaciona con el aprendizaje principalmente en un contexto social (lo social del modelo), y que dicho aprendizaje se realiza a través de una serie de procesos cognitivos o actividades mentales que codifican y transforman los datos que nos llegan del medio (estímulos y contingencias de refuerzo o castigo) (lo cognitivo). En este caso, las variables fundamentales son los procesos cognitivos, las cogniciones, así como los rasgos lo son del modelo homónimo. Con el tiempo, se fueron incorporando los aspectos afectivos, descuidados en las primeras versiones del modelo (Mischel y Shoda, 1995).

Entre los principales autores enrolados en esta corriente, corresponde citarse a Walter Mischel quien en 1968 publica una obra fundamental para esta historia: “Personalidad y Evaluación”. Muy influenciado por Kelly (quien de hecho dirigió su tesis doctoral), Mischel inaugura un movimiento teórico conocido como situacionismo donde sostiene que la mayor parte de la estabilidad o consistencia de las personas a través del tiempo (lo que podría ser considerado como su personalidad) son percibidas, es decir, subjetivas y no objetivas. La conducta es altamente específica y dependiente de la situación: hay conductas diferentes porque las situaciones son diferentes. Los patrones de respuesta observados están vinculados a los estímulos presentes en la situación, únicos determinantes causales de los mismos. En el caso de existir regularidades en la conducta, estás deberán explicarse en función de las regularidades estimulares existentes. Mischel realiza una crítica teórica y metodológica hacia la psicología de los rasgos, iniciando un debate, que si bien tuvo su auge en la década del 70 y comienzos de la del 80 del pasado siglo, aún sigue abierto. La gran diferencia entre Mischel y la teoría del rasgo, es que esta última propone la uniformidad de la conducta a través de las situaciones, mientras que para Mischel la conducta es específica y dependiente de la situación. Para el autor, los rasgos son meros constructos explicativos de la personalidad, pero no entidades que existan en el interior de las personas. A partir de Mischel, entonces, la personalidad pasa a ser entendida desde el punto de vista de la situación más que desde el temperamento, dando así un preponderante lugar a lo social. Lo importante es la interacción que se da entre la personalidad y la situación en la determinación de la conducta. “Interaccionismo” podría considerarse como la primera denominación (hoy en desuso) del modelo cognitivo social; la lógica interaccionista sigue en la base del modelo.

Mischel ha continuado revisando y sistematizando su teoría hasta la actualidad (Mischel, 2004), tratando de entender la invariancia y la consistencia de la personalidad. Su teoría integra variables del aprendizaje cognitivo social dentro de un marco que incluye influencias previamente descuidadas como la cultura y la sociedad y hasta el bagaje genético (Funder, 2001). Las variables personales se consideran como formando un “sistema cognitivo afectivo de la personalidad” (SCAP). El conjunto está formado por constructos de codificación (para categorizar y ordenar el mundo externo e interno), expectativas y creencias (sobre el mundo social, de los resultados que tendrá una conducta en una situación, sobre la propia eficacia), afectos (sentimientos, emociones, respuestas afectivas), metas y valores (resultados deseados e indeseados, proyectos), y competencias y planes de autorregulación (guiones, estrategias para organizar la acción).

Otro aporte al modelo que merece ser citado aquí es el de Julian Rotter, quien postuló fundamentos básicos de la teoría del aprendizaje social. Rotter sostiene que la personalidad es aprendida y que está motivada hacia metas específicas. Las conductas que nos acercan a las metas que anticipamos obtienen mayor refuerzo que otras conductas. El potencial para que ocurra una conducta en una situación específica es función de la expectativa de que esa conducta conducirá a un refuerzo en esa situación y función del valor de ese refuerzo (Rotter, 1975). Por lo tanto, son nuestras expectativas respecto a las consecuencias de nuestro comportamiento las que nos hacen actuar de una manera u otra.

Pero al momento de revisar esta visión de la personalidad no puede dejar de citarse a Albert Bandura, psicólogo canadiense, quien consolida la importancia de la cognición en su relación con la conducta, continuando y avanzando con los desarrollos del programa cognitivo social. Su postulado del determinismo recíproco, según el cual persona, situación y conducta están en mutua interdependencia resultó un fundamental avance para el programa cognitivo (Bandura, 1978). La conducta no es solamente consecuencia o efecto de la personalidad y del ambiente, sino que es también causa de la personalidad y del ambiente que la genera. Aunque los estímulos ambientales influyen en la conducta, factores personales individuales como creencias y expectativas también influyen en la manera en que nos comportamos. Por otro lado, los resultados de nuestra conducta sirven para cambiar el ambiente. Cada uno de los tres sistemas es determinado por los otros dos y, a su vez, los determina. Lo relevante de este aporte de Bandura es que sitúa a la conducta de las personas no sólo en una mera dependencia de rasgos internos o de condiciones ambientales, sino que es la propia persona la que contribuye a las condiciones que luego tendrán influencia en su curso de acción. Esta noción de interacción entre las variables acerca al paradigma cognitivo social con el constructivismo. Es la naturaleza activa del ser humano, su calidad de agente, influido por el medio pero capaz de anteponer sus metas y de autoregularse para tratar de conseguirlas.

Bandura fue ampliando su concepción y a los efectos de este trabajo cabe citar sus aportes acerca del modelamiento o aprendizaje por observación (Bandura, 1977): el aprendizaje puede surgir de la observación de ejemplos o modelos. Para Bandura, la mayor parte del comportamiento humano se aprende a través del ejemplo, ya sea de manera intencional o accidental. En cualquier situación social las personas aprenden lo que deben y lo que no deben hacer por medio de la observación de las conductas de modelos. De esta manera se aprenden los roles sociales en cualquier cultura. Se advierte así como las experiencias sociales contribuyen al desarrollo de la personalidad. A esta altura resultará fácil advertir que la agresión puede ser aprendida mediante la imitación de modelos erróneos. Son ampliamente conocidos los trabajos de Bandura de principios de los 60 donde demostró, mediante un diseño de tipo experimental, que los niños pueden aprender conductas violentas observando a adultos que ejecutan ese tipo de conductas. En su investigación, un grupo de niños observaba a un adulto golpear y patear a un muñeco de juguete. Cuando a esos niños se los dejaba solos con ese muñeco su conducta se ajustaba al modelo que habían presenciado. Se encontró que el grupo experimental fue dos veces más agresivo que el grupo de control (niños que no habían visto maltratar al muñeco). Un detalle interesante es que la conducta agresiva fue la misma en los niños del grupo experimental ya sea que el modelo fuera de la vida real o fueran modelos simbólicos (películas e incluso personajes de caricaturas). Del mismo modo, trabajando con dos grupos de niños unos agresivos y otros no, Bandura encontró que los padres mostraban las mismas características. Tal como lo expresa el novelista James Baldwin quien dijo que “los niños nunca se han distinguido mucho por escuchar a sus mayores, pero nunca han dejado de imitarlos”. Estos trabajos demostraron que tanto los modelos reales cuanto los simbólicos influyen en los observadores, por lo tanto lo que los niños vean en sus padres o, por ejemplo, por televisión (o por Internet) puede tener más efecto que las meras instrucciones verbales. El pensador Lucio Anneo Seneca hace cerca de dos mil años sostuvo que “largo es el camino de la enseñanza a través de teorías, pero corto y eficaz, por medio de ejemplos”. Lo más relevante de estos conceptos de Bandura es que demostró como se pueden aprender conductas sin necesidad de recibir refuerzos, en lo que también se conoció como aprendizaje o condicionamiento vicario.

Bandura comprobó que las conductas violentas observadas por niños de manera gráfica se repiten en su propia conducta de manera real (1969). Las conductas antisociales son tan aprendidas como las conductas prosociales, la diferencia está dada por el modelo que se ha seguido. La personalidad, como se ha dicho, incluye factores ambientales que la determinan. Así, el entorno sociocultural en el que nos movemos tendrá influencia en nuestra personalidad. Los modelos violentos o inadecuados que ofrezca la sociedad, tanto reales cuanto simbólicos, tendrán una fuerte influencia en el desarrollo de la personalidad de los niños más aún si la sociedad se encarga de reforzar el comportamiento de esos modelos.

Existen condiciones que facilitan la situación de modelamiento (Bandura, 1977). Ciertas características de los modelos hacen que la propensión a imitarlos sea mayor. Los modelos que ocupan una posición alta o tienen mucha competencia o poder, son más eficaces para provocar en otros una conducta similar. Del mismo modo, aquellos que más se nos parecen tienen un mayor poder de modelamiento (aunque, como se dijo, observar una caricatura o un dibujo animado tiene mayor influencia que no observar ningún modelo). El modelamiento también depende de las características de los observadores: personas con baja confianza en sí mismas y baja autoestima son más proclives a imitar las conductas de un modelo; y lo que es más importante, una persona que ha sido reforzada por imitar una conducta es más susceptible a la influencia de los modelos. Esto se relaciona con la última condición facilitadora del modelamiento: las consecuencias recompensantes asociadas a la conducta de imitación, que pueden tener un impacto superior a los otras dos condiciones.

Cabe señalar, que en 1973 Bandura publica “Agression: A social learning analyisis” donde demuestra mediante los principios del aprendizaje vicario como se adquieren conductas que afectan negativamente a la sociedad. En su definición de conducta agresiva considera aspectos relevantes como el tipo de conducta, su intensidad, los efectos observados de la misma o las inferencias respecto a las intenciones del actor. Bandura sostuvo que la agresión debe considerarse siempre como una respuesta predominante y natural ante la frustración. Las conductas agresivas o violentas son modeladas y reforzadas por los contactos del individuo con su familia, con la subcultura en que está inmerso y por los modelos simbólicos que muestran los medios de comunicación. Agrega que un déficit en las habilidades sociales necesarias para afrontar aquellas situaciones que nos resultan frustrantes, como la ausencia de estrategias verbales para afrontar el estrés, a menudo conduce a la agresión. Una experiencia aversiva puede facilitar una variedad de comportamientos (la búsqueda de ayuda y apoyo, un mayor esfuerzo en la obtención de logros, la resignación, trastornos psicosomáticos, el intento de sobreponerse a las dificultades, la dependencia, el retraimiento, la apatía o la agresión), de acuerdo con el aprendizaje social del individuo.

Bandura ha continuado con sus trabajos y actualizado su teoría del aprendizaje social (2001) enfocando hacia la autorregulación y a la creencia sobre la autoeficacia, siempre desde la base del determinismo recíproco. Bandura sostiene que la capacidad para ejercer un control sobre la naturaleza y sobre la calidad de la propia vida es la esencia de la humanidad. Las personas somos agentes lo que implica hacer intencionalmente que las cosas sucedan por nuestras propias acciones. La agencia permite a las personas jugar un papel en su autodesarrollo, su adaptación y su autorenovación. Las personas no somos meros espectadores de mecanismos internos dirigidos por sucesos ambientales, somos agentes de nuestra propia experiencia. La mente humana no es meramente reactiva, es generativa, creativa, proactiva y reflexiva.

Respecto de la conducta moral, Bandura (2001) sostiene que una vez que adoptamos un patrón de moralidad, considerando algunas conductas como correctas y otras como incorrectas, mediante auto-sanciones positivas (para las conductas fieles a los patrones personales) y negativas (para las que violentan esos patrones) vamos regulando nuestra conducta moral manteniéndola coherente con nuestros patrones personales. Mediante mecanismos inhibitorios evitamos comportarnos inhumanamente y por mecanismos proactivos mantenemos nuestra conducta humanitaria. Sin embargo, existen mecanismos por los que podemos desvincular nuestras conductas de nuestra conducta moral, ignorando o minimizando los efectos dañinos o desplazando la responsabilidad o deshumanizando a las víctimas, atribuyéndoles cualidades bestiales y culpándolas por atraer el sufrimiento hacia ellos. A través del desenganche selectivo de la agencia moral las personas que se comportan de manera debida y considerada perpetran transgresiones e inhumanidades en otras esferas de su vida. La gente posee el potencial biológico para la agresividad, pero la respuesta a la variación cultural en agresón yace más en lo ideológico que en lo biológico.

En síntesis, puede decirse que así como Kelly primero y Mischel y Rotter después concibieron un ser humano con la capacidad de construir su mundo de experiencias, de planificar sus actos y de comprobar hipótesis respecto a las consecuencias de tales actos, Bandura luego le confirió la capacidad para interpretarse a sí mismo, para darse significado.

Los modelos cognitivos sociales, a los que nos hemos acercado sucintamente, presentan un acercamiento a la personalidad que se caracteriza por proponer un sujeto proactivo; que se autoorganiza y así interpreta a la realidad y a sí mismo; que se construye para poder anticipar el mundo, las consecuencias de sus propias acciones y las reacciones de los demás. El brillante escritor de ciencia ficción Philip K. Dick proféticamente dijo una vez: "...un fenómeno se percibe dentro de la estructura perceptual del que percibe. Mucho de lo que ves al percibirme es una proyección de tu propia mente. Yo tendría otro aspecto totalmente distinto para otro sistema perceptual. Hay tantas visiones del mundo como seres miran en él" (Gestarescala, 1969).

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